Sunday 2 October 2011

Romanticismo alemán y democracia, una interpretación de Isaiah Berlin



La primera vez que leí a Isaiah Berlin fue en el verano de hace tres años, mientras pasaba unas semanas en Inglaterra. Un buen día me detuve en una céntrica librería perteneciente a una conocida cadena con el vago propósito de dejarme cautivar por algún volúmen que descubriese al azar. Y el libro con el que salí fue Russian Thinkers (Pensadores rusos) de Isaiah Berlin. Leyéndolo, me encontré que mis vacaciones se tornaban más placenteras. Descubrí a un autor con una manera de enfocar el estudio cultural que me convencía.

Por eso me pregunto por qué he tardado tanto en volver a abordar a Isaiah Berlin. Pero finalmente he tomado otro de sus libros al comienzo de este otoño, Las raíces del romanticismo. Romanticismo alemán, anarquismo ruso... Isaiah Berlin se mueve como pez en el agua investigando los movimientos culturales más fundamentales en el Occidente moderno.

Las raíces del romanticismo es el compendio de la serie de conferencias A. W. Mellon sobre el romanticismo que Isaiah Berlin presentó en la National Gallery of Art de Washington en marzo y abril de 1965.

Isaiah Berlin comienza por detenerse en un concepto fundamental: 'El movimiento romántico constituyó una protesta pasional contra cualquier tipo de universalidad,' Es así como el romanticismo, principalmente en Alemania, se alza contra los principios clasicistas sobre la justicia, la paz y la razón universal del s.XVIII.

En cuanto a teoría estética, el siglo XVIII creía que se podía alzar un espejo frente a la naturaleza y así reflejar los ideales ocultos y simétricos que se podían intuir detrás de sus formas.

Berlin se detiene para hacernos descubrir a un oscuro e interesante escritor que sentó las bases de importantes ideas románticas: Johann Georg Hamann. Según Hamann, el verdadero deseo del hombre no es la justicia universal, sino el pleno desarrollo de su individualidad y de sus energías creativas, incluso si esto le pone en conflicto con otros.

Hamann empieza a desarrollar una interpretación histórica cargada de vitalismo místico. Uno de sus más directos discípulos fue William Blake en Inglaterra. En Alemania, esta tendencia eclosionó en el movimiento Sturm und Drang, que enfatizó la inevitabilidad del conficto entre las potencias humanas.

Pero según Isaiah Berlin los verdaderos padres del romanticismo fueron Herder y Kant. Herder enfatizó que nos expresamos individualmente más plenamente dentro de un grupo, que usualmente es nuestra 'nación.' Pero esta teoría derivó hacia la conclusión pesimista de que nos resultaría imposible involucrarnos en la trayectoria cultural de naciones ajenas a nosotros, del presente o del pasado. El imperialismo se rechazaría, porque todas las culturas tienen su valor. Precisamente, nuestras diferencias destruirían la legitimidad de un imperialismo mundial que pasase por alto nuestras diferencias particulares.

Por su parte, Kant estaba interesado en la libertad del hombre para elegir entre el bien y el mal. En su filosofía moral, como señala Berlin, hay un fuerte principio antiautoritario. Esto lleva a Kant a desestimar el 'impulso interior,' el cual considera sospechoso porque sugiere la existencia de estructuras mecanicistas latentes.

Para Friedrich Schiller, también, la moralidad está contrapuesta a la naturaleza y es superior a ella. El hombre original es superior. Pero esta doctrina puede ser llevada a extremos. En mi opinión la libertad no es solamente la rebelión frente al impulso natural, en el estilo tan negativo de Medea. Podemos, si queremos, tener mayor fe en la bondad de la naturaleza humana, hallar la libertad en la manifestación de nuestra esencia. La heroicidad podría radicar en la sumisión a lo que somos. Pero ésta no es una doctrina romántica, ésta es una interpretación personal mía, que no está exenta de un tipo de misticismo naturalista. Para los románticos alemanes, sin embargo, los ideales no existen, se crean.

Por estos derroteros llegamos a la 'acción' de Fichte. 'Creo mi propio mundo del mismo modo en que creo un poema, y que nadie destruya mi poema,' diría él. Fichte acabó convirtiéndose en un patriota nacionalista alemán. Con Schelling, por otro lado, llegamos a una doctrina romántica del arte que enfatiza su oscura energía oculta, las pulsaciones inconscientes.

Isaiah Berlin se detiene a describir dos importantes conceptos que caracterizan al romanticismo a su parecer: la nostalgia y la paranoia. Tenemos nostalgia por todo lo que es bello e inabarcable, sufrimos paranoia por nuestros propios miedos a ese gran poder. La paranoia histórica, metafísica, existencial, acabaría adquiriendo gran relevancia en Schopenhauer, Wagner y Kafka. La Revolución Francesa fue toda ella en sí misma, quizás, manifestación de la paranoia histórica.

La exacta visión política del romanticismo, señala Berlin, sería difícil de precisar. En términos generales se opondrían al laissez faire. Estarían en contra de la supuesta validez de leyes económicas objetivas, como la ley de la oferta y la demanda, que generasen pobreza junto a la riqueza de otros. Creían que el hombre podía encontrar ideales de vida en común.

El romanticismo, para concluir, eclosionaría en la literatura en Byron, en la música en Wagner, en la filosofía en Schopenhauer y quizás Nietzsche. Isaiah Berlin señala que sus consecuencias más claras en el siglo XX han sido el existencialismo y el fascismo. El existencialismo francés habría heredado del romanticismo el pesimismo en cuanto a la posibilidad de conocer el mundo y explicarse la vida. Así, la existencia nunca podría convertirse en un hogar. En lo que se refiere al fascismo, es cierto que puede haber heredado la doctrina romántica de la 'voluntad impredecible.' Pero pienso que esta opinión ignora aspectos fundamentales del romanticismo que ya hemos señalado, en especial la noción de la 'pluralidad,' que se traduce en la pluralidad de culturas, pluralidad de valores, de ideas... Desde este punto de vista el romanticismo alemán nos debería conducir a la tolerancia y se convertiría en precursor del liberalismo y de la misma democracia.

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