Sunday 25 November 2012

El sueño de una domesticidad bohemia



G. B. Shaw subtituló Heartbreak House (La casa de los corazones rotos) como "Una fantasía en el estilo ruso sobre temas ingleses," y el crítico Charles A. Berst ha diseccionado de manera excelente esta influencia rusa en la obra, que se debe por un lado a la asunción de un tono dramático que se asienta en la irrealidad de la ilusión y el sueño, a la manera de Chekhov, y, por otro lado, en lo que respecta a la carga temática, en una deuda notable a Tolstoy.

El ensayo de Charles A. Berst ("Heartbreak House: Shavian Expressionism") fue incluido por Harold Bloom en su volumen recopilatorio de ensayos sobre George Bernard Shaw para la serie "Modern Critical Views." Se trata de un ensayo crítico tan perceptivo y sutil en sus apreciaciones y en su estilo que nos hace pensar que la crítica constituye ciertamente el lado anverso de la literatura, y que toda gran obra literaria está sólo a medio terminar hasta que encuentra la plasmación ideal en un ensayo de su ethos.

Es sabido que G. B. Shaw escribía prefacios casi tan largos como sus obras teatrales, y este es casi el caso con Heartbreak House, que contiene un detallado esquema de presentación en el que Shaw se explaya sobre las predisposiciones temáticas de la obra. Por un lado están los dos grupos sociales dominantes que él identificaba en Europa en general y en Inglaterra en particular, por el otro lado, el trasfondo de la primera guerra mundial. Shaw intenta responder a esta pregunta: ¿qué tipo de sociedad ha sido responsable de la caída moral que supone la contienda? Su análisis parte fundamentalmente de Tolstoy. ¿Recuerdan aquellos salones ociosos en los que la aristocracia rusa se resguardaba de la realidad en Guerra y paz? Aquéllos son el antecedente de las salas y jardines de estas casas llenas de libros, viejos pianos y trastos, cuyas pequeñas mesitas acogen bandejitas de té a cualquier hora del día, con portalones que van a dar a jardines sólo medianamente cuidados, y lo más importante, que no contienen establos de caballos.

Para Shaw la sociedad inglesa a las puertas de la primera guerra mundial se divide en estos dos grupos: los bohemios (que moran en la Casa de los Corazones Rotos) y los equestres (que habitan Horseback Hall, o, la Mansión de los Caballos). Los "equestres" en la obra están representados por Lady Ariadne Utterword y su marido, un eficiente y poco imaginativo administrador del Imperio, que es capaz de trabajar dieciséis horas seguidas alegremente solucionando cualquier nimiedad burocrática. Por el contrario, a Hesione Hushabye, la matriarca de Heartbreak House, le encanta dormir. El sueño es en la Casa de los Corazones Rotos un ingrediente más de la vida diaria, como también lo es la hospitalidad: acogen a la neófita Ellie Dunn, que se encuentra frente al dilema de si entregarse a la Casa de los Corazoneso a la Mansión de los Caballos... y no menor importancia tiene para la familia de Shotover, el capitán de la casa - barco de Heartbreak, la inspección psicológica de todos sus visitantes.

Parece que dijeran los habitantes de Heartbreak House a sus visitantes: "¡Venid! ¡Seréis bien recibidos! ¡Pero os vamos a psicoanalizar!" Y es así que la joven pero pobre Ellie, su padre el idealista pragmático y fracasado Mazzini, y el rico y poco escrupuloso empresario que pretende a Ellie son todos diseccionados en Heartbreak House, y, finalmente, el único que termina mereciendo unánime condena es el rico estafador Mangan.

Los habitantes de la Casa de los Corazones Rotos son las clases cultivadas, adecuadas para el poder (la navegación de la casa-barco), pero han caído en el bohemianismo, en la pereza, en la neurosis, en "el sueño de una harlequinada apocalíptica" (Berst) y, los otros, los "equestres," están más que dispuestos a tomar el timón. Captain Shotover nos advierte de que el arte de la navegación también es aplicable a nuestra propia vida: "¡Navegación! Apréndela y vive; o déjala y sé maldecido."

En mi primera lectura ya identifiqué al capitán Shotover con Dios, y lo cierto es que se trata de un personaje preocupado por explicar "las maneras" de Dios. No cree en la Providencia de Mazzini. Es nuestra responsabilidad navegar corectamente por nuestra vida, así como gobernar nuestras naciones con juicio. La vida es un mar abierto en el que la naturaleza mide sus fuerzas con el hombre, y entre cuyos remolinos se revela la mano de Dios para el observador espiritualmente instruido.

Friday 9 November 2012

"Syringa"


Este poema de John Ashbery que Elliott Carter musicó me ha sorprendido porque sólo he sido capaz de atrapar plenamente sus significados en el proceso de traducirlo. Encierra más profundidad y belleza de lo que a primera vista pueda parecer, hablando de esos misterios de lo Real en los que tan pocas veces muchos se detienen: ¿Hay alguna relación entre los hechos de la naturaleza y el Significado? ¿Cuál es la cualidad más perceptible de los hechos del pasado y cómo se relacionan con nuestro presente? ¿Es el Poeta un testigo incomparable de la Creación?... No me sorprende que Elliott Carter se quedase prendado de esta obra. En su versión musical de 1978 una mezzosoprano recita las palabras de "Syringa" mientras un un tenor canta fragmentos de textos clásicos griegos. En la foto una vista del estudio de la casa de Hudson de John Ashbery. He leído que el estilo de la casa recuerda a un cuento de hadas germánico, y lo suscribo.



A Orfeo le gustaba la alegre cualidad personal
De las cosas bajo el cielo. Por supuesto, Eurydice era una parte
de esto. Entonces, un día, todo cambió. Desgarra
Hendiduras en las rocas lamentándose. Las hondonadas, los montecillos
No pueden con ello. El cielo se sacude desde un horizonte
Al otro, casi listo para deshacerse de su plenitud.
Entonces Apolo lentamente le dijo: "Déjalo todo en la tierra.
Tu laúd, ¿para qué? Por qué darle a una sosa pavana que pocos se preocupan de
Seguir, exceptuando unos cuantos pájaros de plumaje polvoriento,
Composiciones del pasado sin vida." Pero, ¿por qué no?
Todo lo demás también debe cambiar.
Las estaciones ya no son lo que eran,
Pero está en la naturaleza de las cosas ser visto sólo una vez,
Mientras transcurren, entrechocándose con otras cosas, arreglándoselas
De algún modo. Ahí fue donde Orfeo se equivocó.
Por supuesto, Eurydice se desvaneció en la sombra;
Lo habría hecho incluso si él no se hubiera girado.
No sirve de nada quedarse ahí como una toga gris de piedra mientras la rueda completa
De la historia que se conoce destellea a su paso, mudo, incapaz de
Expresar un comentario
Inteligente sobre el elemento más complejo de su recua.
Sólo el amor permanece en el cerebro. Y algo que estas gentes,
Estos otros, llaman vida. Cantando con precisión
Para que las notas asciendan saliendo del pozo del
Difuminado mediodía rivalizando con las diminutas brillantes flores amarillas
Que crecen alrededor del borde de la cantera, encapsula
Los diferentes pesos de las cosas.
Pero no es suficiente
Simplemente seguir cantando. Orfeo lo comprendió
Y no le importó tanto que su recompensa estuviese en el Cielo
Después de que las Ménades lo hubiesen despedazado, medio
Enloquecidas por su música, cómo las transformaba.
Algunos dicen que fue por su trato a Eurydice.
Pero probablemente la música tuviera más que ver con ello, y
La manera en que la música transcurre, emblemática
De la vida y de cómo no puedes aislar una nota de la misma
Y decir que es buena o mala. Debes
Esperar a que se acabe. "El final es la coronación,"
Lo cual significa también que el "tableau"
No está en lo cierto. Pues a pesar de que las memorias, de una estación, por ejemplo,
Se combinen en una única instantánea, uno no puede guardar, glorificar
Ese momento detenido. También fluye, imperceptible;
Es una imagen de paisaje, fluido, aunque vivo, mortal,
Sobre la cual una acción abstracta se hace reposar en gruesas
Duras pinceladas. Y pedir más que esto
Es convertirse en los juncos agitados de aquel lento
Poderoso arroyo, tirando de las hierbas trepadoras
Juguetonamente, pero sin participar en la acción
Más que esto. Luego en el bajo cielo de genciana
Pequeñas sacudidas eléctricas son en un principio apenas aparentes, luego estallan
En una lluvia de llamaradas fijas de color crema. Los caballos
Han visto cada uno una porción de la verdad, aunque cada uno piensa,
"Soy una res libre. Nada de esto me está ocurriendo,
Aunque puedo comprender el lenguaje de los pájaros, y
El itinerario de las luces atrapadas en la tormenta me resulta
Perfectamente lógico.
Su lucha concluye en música tanto
Como los árboles se mueven fácilmente en el viento tras una tormenta de verano
Y está ocurriendo en las sombras de encaje de los árboles a la orilla, ahora
Día tras día."


Pero qué tarde para estar lamentándose de todo esto, incluso
Teniendo en cuenta que los lamentos se dan siempre tarde, ¡demasiado tarde!
A lo cual Orfeo, una nube azulada con contornos blancos,
Responde que estos no son, de ninguna de las maneras, lamentos
Sino simplemente una cuidada, académica rendición de
Hechos incuestionables, un inventario de piedrecitas en el camino.
Y sin importar cómo todo esto desapareció
O llegó a donde iba, ya no es relevante
Para un poema. Su tema
Importa demasiado, y no lo suficiente, de pie allí desvalido
Mientras el poema se adelantaba, su cola de fuego, un malvado
Cometa pronosticando odio y desastres, pero tan interiorizado
Que el significado, bueno o no, nunca puede
Llegar a saberse. El cantante piensa
De manera constructiva, construye su canto en pasos progresivos
Como un rascacielos, pero en el último minuto se va.
La canción es sumergida en un instante en la negritud
Que debe a su vez inundar todo el continente
Con negritud, pues no puede ver. El cantante
Debe entonces esconderse, ni siquiera aliviado
De la carga maléfica de las palabras. La estrellificación
Es para unos pocos, y llega mucho más tarde
Cuando todas las pistas de estas gentes y sus vidas
Se han escabullido dentro de las bibliotecas, de los microfilmes.
Unos cuantos aún se interesan en ellos. "Pero ¿qué me dices de
Este-y-aquél?" aún es preguntado alguna vez. Pero ellos yacen
Congelados y fuera de nuestro alcance hasta que un coro arbitrario
Habla de un incidente totalmente diferente con el mismo nombre
En cuyo cuento hay sílabas escondidas
De aquello que ocurrió tanto tiempo antes
En alguna ciudad pequeña, un verano diferente.

Thursday 8 November 2012

Recientemente he empezado a dedicar algún tiempo a estudiar traducción y por eso procedo con más lentitud con la lectura y los comentarios en el blog: estoy leyendo dos novelas al mismo tiempo, el original en inglés y su versión publicada en español. Es una experiencia que te ofrece tanto que aprender y reflexionar sobre la lengua y sus peculiares resortes expresivos, y también a veces bastantes sorpresas.

Esta mañana he traducido un pequeño fragmento de la novela de Alan Sillitoe The Long Distance Runner y voy a compartirlo. Sólamente voy a poner mi versión en español. El original se puede encontrar entre las diez primeras páginas de la novela. Es una novela de la región de las Midlands inglesas, de los años 60, que intenta reflejar la conciencia combativa de la clase trabajadora que abunda en este condado industrial. Aunque no he leído la novela al completo, intuyo que Sillitoe pretende realizar una transposición entre el sentimiento de acorralamiento social y un cierto paranoidismo pre-esquizofrénico psicológico: un "paranoidismo social." Este tema se refleja en este fragmento y he intentado en la medida de lo posible trasladar la violencia del vocabulario al español, aunque en nuestra lengua no contamos con un "registro obrero" con caracteres tan claros como se encuentran en la lengua inglesa, y por lo tanto algunas connotaciones de clase social en el lenguaje han de perderse un poco en el proceso de traducir, aunque en la medida de lo posible he intentado mantener al menos el tono de angustia social.

Esta es mi traducción. Me gustaría encontrar la novela traducida al español y comparar mi versión con la publicada:


La soledad del corredor de largas distancias
por Alan Sillitoe, p. 8-9

…Así que la cuestión es que ellos saben que no voy a intentar escaparme: se sientan allí como arañas en aquella mansión que se cae a pedazos, encaramados como cornejas infladas en el tejado, vigilando los caminos y los campos como generales alemanes desde lo alto de sus tanques. E incluso cuando corro despacio detrás de un bosque y ellos no me pueden ya ver saben que mi cabeza de estropajo va a aparecer subiendo y bajando a lo largo de lo alto de aquel seto en una hora y que daré parte al tipo de la verja. Porque cuando en una mañana cruda y helada me levanto a las cinco y me quedo tiritando con el estómago vacío pegado al suelo de piedra y a todos los demás aún les queda una hora de sueño antes de que suenen las campanas, me escabullo escaleras abajo a través de todos los pasillos hacia el gran portalón de salida con un permiso para correr asido en mi puño, y me siento como el primer y el último hombre del mundo, ambos a un tiempo, si me quieres creer. Me siento como el primer hombre porque apenas tengo un rasguño y me lanzo hacia los campos escarchados llevando una camisita y pantalones cortos – incluso el primer triste capullo que cayó en la tierra en el medio del invierno supo cómo confeccionarse un traje con hojas, o cómo despellejar a un pterodáctilo para hacerse un abrigo. Pero aquí estoy, completamente congelado, con nada con qué calentarme excepto un par de horas de carrera de larga distancia antes del desayuno, ni siquiera una rebanada de pan y matarratas. Me están dando un buen entrenamiento para el gran evento deportivo en el que todos los duques y señoras con caras de cerdos y narices llenas de mocos – los cuales no saben cuánto suman dos y dos y acabarían haciéndoselo encima como idiotas si no tuvieran a esos esclavos a su disposición – vendrán para hacernos discursos sobre si los deportes son precisamente lo que nos conducirá a vivir una vida honesta y mantendrá las inquietas puntas de nuestros dedos alejadas de los candados de sus tiendas y de los pomos de las cajas fuertes y de las horquillas con las que abrir los contadores del gas que continen las monedas. Nos darán un pedazo de lazo azul y una copa como premio después de que nos hemos follado hasta la extenuación corriendo y saltando, como caballos de carreras, sólo que no nos tratan tan bien como a los caballos de carreras, eso es lo único.