Thursday 8 November 2012

Recientemente he empezado a dedicar algún tiempo a estudiar traducción y por eso procedo con más lentitud con la lectura y los comentarios en el blog: estoy leyendo dos novelas al mismo tiempo, el original en inglés y su versión publicada en español. Es una experiencia que te ofrece tanto que aprender y reflexionar sobre la lengua y sus peculiares resortes expresivos, y también a veces bastantes sorpresas.

Esta mañana he traducido un pequeño fragmento de la novela de Alan Sillitoe The Long Distance Runner y voy a compartirlo. Sólamente voy a poner mi versión en español. El original se puede encontrar entre las diez primeras páginas de la novela. Es una novela de la región de las Midlands inglesas, de los años 60, que intenta reflejar la conciencia combativa de la clase trabajadora que abunda en este condado industrial. Aunque no he leído la novela al completo, intuyo que Sillitoe pretende realizar una transposición entre el sentimiento de acorralamiento social y un cierto paranoidismo pre-esquizofrénico psicológico: un "paranoidismo social." Este tema se refleja en este fragmento y he intentado en la medida de lo posible trasladar la violencia del vocabulario al español, aunque en nuestra lengua no contamos con un "registro obrero" con caracteres tan claros como se encuentran en la lengua inglesa, y por lo tanto algunas connotaciones de clase social en el lenguaje han de perderse un poco en el proceso de traducir, aunque en la medida de lo posible he intentado mantener al menos el tono de angustia social.

Esta es mi traducción. Me gustaría encontrar la novela traducida al español y comparar mi versión con la publicada:


La soledad del corredor de largas distancias
por Alan Sillitoe, p. 8-9

…Así que la cuestión es que ellos saben que no voy a intentar escaparme: se sientan allí como arañas en aquella mansión que se cae a pedazos, encaramados como cornejas infladas en el tejado, vigilando los caminos y los campos como generales alemanes desde lo alto de sus tanques. E incluso cuando corro despacio detrás de un bosque y ellos no me pueden ya ver saben que mi cabeza de estropajo va a aparecer subiendo y bajando a lo largo de lo alto de aquel seto en una hora y que daré parte al tipo de la verja. Porque cuando en una mañana cruda y helada me levanto a las cinco y me quedo tiritando con el estómago vacío pegado al suelo de piedra y a todos los demás aún les queda una hora de sueño antes de que suenen las campanas, me escabullo escaleras abajo a través de todos los pasillos hacia el gran portalón de salida con un permiso para correr asido en mi puño, y me siento como el primer y el último hombre del mundo, ambos a un tiempo, si me quieres creer. Me siento como el primer hombre porque apenas tengo un rasguño y me lanzo hacia los campos escarchados llevando una camisita y pantalones cortos – incluso el primer triste capullo que cayó en la tierra en el medio del invierno supo cómo confeccionarse un traje con hojas, o cómo despellejar a un pterodáctilo para hacerse un abrigo. Pero aquí estoy, completamente congelado, con nada con qué calentarme excepto un par de horas de carrera de larga distancia antes del desayuno, ni siquiera una rebanada de pan y matarratas. Me están dando un buen entrenamiento para el gran evento deportivo en el que todos los duques y señoras con caras de cerdos y narices llenas de mocos – los cuales no saben cuánto suman dos y dos y acabarían haciéndoselo encima como idiotas si no tuvieran a esos esclavos a su disposición – vendrán para hacernos discursos sobre si los deportes son precisamente lo que nos conducirá a vivir una vida honesta y mantendrá las inquietas puntas de nuestros dedos alejadas de los candados de sus tiendas y de los pomos de las cajas fuertes y de las horquillas con las que abrir los contadores del gas que continen las monedas. Nos darán un pedazo de lazo azul y una copa como premio después de que nos hemos follado hasta la extenuación corriendo y saltando, como caballos de carreras, sólo que no nos tratan tan bien como a los caballos de carreras, eso es lo único.

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